Foto: Gaby Merz
"Si me dieran a elegir, elegiría ser un punto." Esta es la primera línea del texto que propuse para iniciar el proceso de creación del CRECE. Ahora pienso que si me dieran a elegir, elegiría vivir exactamente lo que allí viví.
Elegiría retorcerme como contorsionista en esos inesperados ataques de risa con Ania que parecían ser inmunes al mundo.
Elegiría la precisión mágica de los instantes en que aparecía Jesús, disipar cualquier rastro de incertidumbres con su inagotable buena onda.
Elegiría sorprender a Eva en uno de sus cotidianos viajes mentales a las galaxias vecinas para reirnos en una complicidad secreta.
Elegiría el perfecto equilibrio que se creaba entre la sonrisa discreta y acogedora de Javi y la radiante y contagiosa de Marisa.
Elegiría ese suspiro de alivio justo antes de entrar a escena, que sólo aparecía al sentir a Cam junto a mí.
Elegiría, la pícara delicadeza con la que Amaya se infiltraba en las improvisaciones bailadas, porque su cuerpo se lo imploraba.
Elegiría la calma con la que Óscar dispensaba soluciones, como un mago que saca cartas de cualquier bolsillo.
Elegiría el calor incondicional de un abrazo repentino de Clara que me afirmaba que todo iba a estar bien.
Elegiría la poesía de Pablo, recordándome que la ternura y la potencia son virtudes hermanas.
Elegiría la confianza que sentía al volar con Nico una y otra vez, en círculos, en espirales y todas las geometrías existentes, hasta desvanecernos como reflejos en un vórtice.
Elegiría la voz suave y parsimoniosa con la que Lucio acompañaba su ronda matutina de abrazos, como si estuviese repartiendo pedacitos del sol.
Elegiría, mi cuerpo petrificado al descubrir la mirada de Sophie clavada en la mía mientras su voz confesaba "Señor, tengo recuerdos vuestros que hace mucho quiero devolveros".
Elegiría la brisa del cabello de Anna acariciando mi rostro mientras mi respiración agitada la seguía en cada uno de sus vuelos vehementes alrededor del mástil.
Elegiría entrar en esa cápsula del tiempo donde viajé al fondo del mar y al verde de las hojas, para sentir que Ali siempre había sido mi hermana, aunque no lo supiera.
Elegiría un taladro pintado de amarillo chillón, una tortilla de patatas de tres euros, un aspersor de agua a las 10pm, un frasquito de bálsamo de tigre, una pista llena de calzones abandonados, una cumbia pengada en mi cabeza, unas pecas en el cuello.
Pero si solo pudiera elegir una vez, elegiría el punto que va sobre la "i". Porque esta historia, lejos de parecer una anécdota, se siente como un inicio.