Hace algunos días que estoy en pausa, salgo poco, duermo mucho y no quiero ni siquiera leer. Como si al integrar nueva información el recuerdo de ALEJANDRA pudiera perderse o diluirse. Como si no quisiera mezclar aquellos días con nada de lo otro de la vida. Como si pudieran estas últimas tres semanas escurrirse entre los dedos de mi recuerdo… pero no es cierto, no es cierto que pueda olvidarles.
Esta experiencia ha sido para mí un espejo gigante en el que mirarme y los ojos de cada uno de mis compañeros un oasis de contacto y calidez humana en un mundo que se empeña en ponernos cada vez más separados.
ALEJANDRA, con su espíritu libre y contestatario, ha sido la confirmación de esa otra forma de hacer circo con la que sueño desde que siento que “lo contemporáneo” se ha quedado corto y obsoleto, fuera del tiempo en el que vivimos. Fue la confirmación de que las generaciones de hoy nos servimos del arte todo para vehiculizar nuestras experiencias porque estamos embarazados de inquietudes y necesidades artísticas que traspasan todas las categorías.
Alejandra ha sido también la oportunidad de exorcizar las penas a las que nos sometemos como humanidad, de manera creativa. Un homenaje a la poesía, la pasión y la memoria.
El proceso como bandera, el resultado como disfrute.
Que el impulso de esta máquina que ya se ha puesto en marcha nos mantenga vivas, creativas, inspiradas. Que la jaula se vuelva pájaro y que sepamos siempre qué hacer con el miedo.
Nosotras le abrimos las alas. Ahora: ¡que ALEJANDRA vuele lejos!