Esta experiencia tan profunda y al mismo tiempo tan breve,
ha sido excepcional. Raro es llegar tan lejos en tan poco tiempo. La suerte ha
estado de nuestro lado desde el principio. Hemos tenido mucha suerte.
Juntar a diez artistas, de diversas nacionalidades que
apenas se conocen entre ellos con un director que no conocen en un espacio que
para algunos era desconocido y lanzarnos en un salto al vacío requiere mucha
fe. Y esa confianza la sentí desde el primer día. Sin esa capacidad de entrega
y esa confianza no haríamos logrado hacer lo que hemos hecho. Y digo “hemos
hecho” por que el show final que habitó la arena del Price lo hicimos entre
todos. No venía impuesto desde una cabeza dirigente, sino que ha sido producto
de un pensamiento común. Hemos logrado crear un cerebro común, un pensamiento
único de toda la compañía. Es el ideal que nos sugiere Peter Brook. Un solo
cerebro nacido de todos los componentes. Un pensamiento único que nos lleva
hacia una creación única que es de todos.
Yo no tenía ni las más remota idea de cómo iba a ser el
espectáculo. Es más, eso me producía una gran inquietud y me estresaba. Hasta
que pensé en la idea primigenia de lo que es el proyecto Crece: Un laboratorio
de creación. No importa el resultado. Lo importante es el proceso. Lo
importante es tener calma. No se puede correr en un proceso creativo. Se
invierte el tiempo que haga falta en la búsqueda. Con calma.
Tenía los cuatro pilares para afrontar el trabajo: Los 10
poemas de Prèvert, el libro de fotografías de Jan Saudeck, las músicas de
Bellamy y las disciplinas circenses de los 10 artistas. ¡Volcando todo esto en
el crisol tenía que salir un metal precioso!
Y la calma vino. La carpa nos acogió como un seno materno.
Protegidos entre sus mástiles y con la intimidad necesaria para desnudarnos
brotaron los primeros versos… “sabanas blancas en un lecho…” a coro tejieron
movimientos con el eco de sus voces y saltaron los primeros peces de colores.
Todos habíamos comprendido.
La semana voló. Y ya teníamos un boceto de escaleta. Domingo
desmontar y poner rumbo a Ávila. ¡Un grito en la noche y el niño en la vida!
Parecía que todo lo anterior como pensamiento creativo
entraba en contradicción. Se empezaba a sentir la presión. Un festival de
circo. Un escenario nuevo que no es acogedor. Hemos perdido la intimidad.
Cierto nerviosismo. Hay que mostrar un resultado. Todo resulta desconcertante. El
reto en esta fase consiste en ver si funciona con el público lo que llevamos
parido. Ver si funciona el invento. Poner a prueba los distintos números que
hemos ido creando. Confirmar que estamos en el buen camino. A pesar de los
inconvenientes que supone el escenario precario de Ávila, el frío y la hora
tardía de actuar. No nos turbó y vio el público abulense la primera versión de
WWW sobre su escenario. Con buena acogida, por cierto. Volvió a volar la
segunda semana. De pronto era domingo y entrabamos al Price. ¿Ya? Ávila nos
sirvió como laboratorio de pruebas con el público. Vimos lo que funcionaba y lo
que no. Rápidamente hubo que transformar la escaleta. Lo que abría la función
de allí pasaba a cerrar la de aquí… se cambiaban escenas de sitio. Aparecían
escenas nuevas, personajes nuevos… todo se reubicaba. WWW empezaba a reposar, a
cuajar.
Nunca perdí el escenario del Price de vista. Era nuestro
objetivo final. Todo estaba a favor. Toda una pista a nuestros pies. El Price
es el Bernabéu de los teatros circo de este país. Había que sacarle el máximo
partido posible.
Las ideas de puesta en escena que había estado barajando por
fin eran posibles. ¡Y apareció el Clown! Un nuevo reto. Sobre todo para
Violette a quién le cayó la responsabilidad en apenas 3 días de meterse en la
piel del personaje. Dudé mucho si lanzarnos o no. Y fue gracias a Macarena que
en una reunión postuló: Es un laboratorio, pues hagámoslo. Probemos con el
público. Y nos lanzamos. Qué razón tenía.
Y llegó el día, apenas tres desde nuestra llegada. El jueves
se estrena What a Wonderful World. Un público carampero hizo temblar los
cimientos del Price. Fue impresionante el rugir del público de las gradas. Esa
energía nos dio fuerza, nos dio ánimos, nos acogió con alegría. Vimos la luz.
Se que los aplausos son muy gratificantes. Pero a mi lo que
más me gratifica es ver el brillo en los ojos y la satisfacción de los artistas
después del estreno.
Aún nos quedaban 3 días de actuación. Seguimos ajustando
luces, entradas y salidas… tránsitos.
Voló la tercera semana. Soñar… Despertar… ¿Ya? Si ya. Se
acabó. Nos despedimos con el sentimiento de pertenecer a una familia de largo
abolengo. Nos da pena dejar al niño solo en la vida. ¡What a Wonderful World!
Gracias a Zuska, a Leo y León, a Andreu, a Macarena, a Viloette,
a Lissa, a Dani, a Isabella y a Ramona, a Saima (que no pudo estar). Nuestro
elenco de artistas por su entrega y su confianza. Y por un trabajo magnífico.
Gracias a Sergio, mi sombra y ayudante de dirección.
A Fermín por sus desvelos con las luces y las sombras.
A Quim, por su entusiasmo y resolución en lo técnico.
Gracias a Javier por haberme brindado esta oportunidad y a
todo el equipo de Carampa: Marisa, Oscar, Dubi…
Gracias a Donald y al Festival de Circo de Ávila por contar
con el proyecto CRECE en su festival.
Gracias a teatro circo Price y a su equipo técnico que nos
han acogido con mimos y profesionalidad.
Gracias a Carlos Bandrés por retratar los momentos eternos.